En el mundo empresarial, como en cualquier otro, hay muchas situaciones que nos obligan a delegar funciones y responsabilidades con el objetivo de conseguir un mejor resultado. Dichas tareas se pueden confiar a una persona o incluso a una empresa que se encargue de las funciones a las que no llegamos, o simplemente pensamos que van a resolverse mejor o más rápido si las lleva a cabo un tercero.
El ahorro de costes, la disminución en los márgenes de error, el aumento de competitividad y la mejora del rendimiento global son algunos de los beneficios que se pueden conseguir a través del proceso de externalización o “Outsourcing”, pero ¿qué es exactamente? Si quieres saber más sobre el proceso de externalización, ¡sigue leyendo!
El término “outsourcing” proviene del inglés y está formado por las palabras “out”, fuera, y “source”, fuente. Dicho concepto se traduce coloquialmente como externalización o subcontratación, y se refiere al proceso por el que una empresa contrata los servicios de un tercero para desempeñar tareas específicas y paralelas a la actividad principal, durante un tiempo determinado. También podemos definirlo como la acción de buscar a un tercero que satisfaga las necesidades de una empresa, generando la oportunidad de adquirir un talento o equipo para reducir la carga de trabajo en dicha empresa y mejorar su productividad.
Estamos hablando de uno de los recursos que más popularidad ha ganado entre los negocios de todo tipo en los últimos años, ya que cada día son más las empresas que se unen a esta práctica de la tercerización. En ella, los directivos de las empresas han encontrado una solución que además de ser eficiente, genera un ahorro en la compañía.
El outsourcing es el proceso por el cual una empresa involucra a terceros, a los que subcontrata para que se encarguen de llevar a cabo una actividad, con la finalidad de lograr su objetivo incrementando la productividad de la plantilla.
El auge de las startups y la era de las tecnologías digitales en la que vivimos, ha creado una necesidad dentro de las empresas por conseguir nuevos talentos. Esto, sumado a los costes y los recursos que hay que invertir en esa búsqueda de ingenio fresco, ha facilitado que el “outsourcing” se haya consolidado como una práctica eficaz y rentable.
Normalmente, el equipo externo que se subcontrata está formado por un grupo especializado. La mayoría de las funciones que se delegan por una empresa tienen como finalidad aumentar la producción, obtener acceso a nuevas tecnologías y disminuir los gastos dentro de la compañía.
Con este método, las empresas principales pueden especializarse aumentando la eficiencia y ahorrando tiempo, a la hora de centrarse y mejorar en funciones específicas. La contratación de terceros también está generando que las empresas puedan crecer de forma rápida, ya que no hace falta ampliar la plantilla o las instalaciones de un negocio para dar un servicio extra.
Muchos de los contratos de “outsourcing” por parte de las empresas, se dan en las áreas de informática, recursos humanos, logístico, industrial, contabilidad y administración de activos e inmuebles. Además, también hay muchos casos de externalización en el soporte técnico al usuario, la gestión de llamadas telefónicas, la manufactura y la ingeniería. Todos ellos son campos en los que las empresas pueden delegar tareas a una empresa externa y así disponer de más tiempo y recursos para los aspectos clave de su negocio principal.
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